Tecnoliberación. Los dialectos moleculares de la anarquía.
¿Qué te dice la expresión ‘software libre’, ‘código abierto’, p2p, anarcocriptografía, cyberpunk...? ¿Nada? Ay, chaval, estás acabado. Hay una nueva utopía. Una utopía que depende de la técnica. Y debes saber en qué consiste, porque algún día desearás vivir en ella.
(Tecnoliberacion) Las teorías technolibératours, atribuídas a Muteba Kazadi, poeta, ingeniero de comunicaciones, divulgador científico y Ministro de Desarrollo de Zaire, sostienen que la técnica es un instrumento de liberación y expansión del ser humano, pero también que debe ser arrebatada de las manos de quienes la han convertido en tecnología y la han usado de un modo exclusivo y elitista para oprimirnos y reprimirnos a la mayoría, de un modo u otro; por no hablar de la destrucción de otras especies y del planeta en el que todos vivimos. Una de las reivindicaciones de Muteba Kazadi es que deberíamos luchar de un modo prioritario por el acceso libre al conocimiento científico y técnico. Eso se concreta por ejemplo en liberar de las patentes y sus efectos a las biotecnologías, secuencias genéticas, medicinas y fármacos, y cualquier nueva técnica de utilidad general. No es casual que un africano encabece la lucha por el fin de las patentes, que sin ser consideradas armas de destrucción masiva, causan miles de muertos en su contienente; sólo hace falta recordar el precio abusivo de los medicamentos contra el sida que necesitan desesperadamente en África. Kazadi, a través de la UPCL (Unión Panafricana Ciencia Libre), además de exigir la rescisión de las patentes, exige que las comunicaciones pasen a ser de dominio público y reivindica el derecho de acceso universal al conocimiento científico, sin restricciones legales o nacionales.
Muteba Kazadi no se queda ahí, en una reivindicación, que como tantas otras quede en algún papel perdido en alguno de los mejores sueños de los utópicos, esperando a que los poderosos de la Tierra tengan la gracia de otorgarla. A lo largo de los últimos años Kazadi ha ido organizando un grupo panafricano de hombres y mujeres pirata, expertos en biotecnología, que han ido logrando ser contratados por algunas de las mayores compañías estadounidenseses. La infiltración al parecer ha tenido éxito. En las intrarredes anarcofuturistas de Internet corre la noticia de que a comienzos de este año varias empleadas de InGenio escaparon con el conocimiento que ellas mismas habían desarrollado durante horas y horas de trabajo asalariado. Estas biohackers no han reconocido el derecho de propiedad de la compañía sobre esas técnicas, y han actuado en consecuencia. Audazmente, una vez completado su trabajo, se han puesto fuera del alcance de las autoridades de EEUU, y desde la clandestinidad, hace unos días, han anunciado en algunos websites del ciberespacio que pronto pondrán a disposición de la humanidad sus descubrimientos, tanto en la red como en Anarkía. ¿Anarkía? Afirmativo. Porque el proyecto de tecnoliberación de Muteba Kazadi contiene también un elemento de utopía positiva y realista: a partir de esos conocimientos expropiados se propone llevar a cabo la inmediata construcción de una isla coralina en aguas internacionales (Anarkía/Stateless), costeada gracias al ahorro fruto del impago de patentes por parte de su país. Kazadi se propone hacer un llamamiento a escala planetaria para exiliarse a Anarkía a todos quienes no se sientan libres en sus países, compartan en todo o en parte los principios básicos de la tecnoliberación, y deseen una ciudadanía sin nacionalidad. Kazadi se ha comprometido ya ante las delegaciones africanas en la ONU a ofrecer la isla, en cuanto esté construída, para el establecimiento de una sociedad libertaria con acceso intensivo a las biotecnologías desarrolladas por el grupo de mujeres piratas que trabajaron para InGenio, y hoy lo hacen para el conjunto de la humanidad.
¿Por qué estas noticias no aparecen en los telediarios, en las primeras planas de los periódicos o no son cuestionadas o defendidas en las tertulias politicas oficiales o en las webs contrainformativas o alternativas? ¿Por qué las propuestas de la tecnoliberación no forman parte del programa de los llamados movimientos sociales, ni tan siquiera se introducen en los debates de los foros sociales? ¿Por qué? ¿Por el desconocimiento del nuevo pensamiento político africano? ¿Por una oscura conspiración de silencio? ¿Por un desinterés de las propuestas proactivas de lo que podemos considerar el anarquismo del siglo XXI, sólo paliado por pensadores libertarios Andrej Grubacic o posmarxistas como Slavoj Zizek? ¿No estamos informados por elitismo cultural, por muros ranciamente intelectuales o por desconocimiento intergeneracional?
Negativo, aunque algo de todo eso hay. En primer lugar las propuestas de la tecnoliberación no se pueden discutir, porque no se conocen. Y no se conocen porque no aparecen expuestas por los cauces tradicionales propios de las generaciones políticas tradicionales, o en el libro del último autor de moda de la alterglobalización, o en el ingenuo y cínico programa socialdemócrata apologeta del sueño europeo, ni tan siquiera son difundidas en las webs anarquistas o libertarias del ciberespacio liberado.
Las teorías technolibératours atribuídas a Muteba Kazadi son desconocidas por los activistas de viejo cuño porque hoy por hoy pueden leerse únicamente en una novela de ciencia-ficción titulada El Instante Aleph (Distress en la edición original), escrita por el autor australiano Greg Egan. ¿Pierden legimitidad por eso? No para quien no está aquejado de un insostenible elitismo cultural. ¿No han de ser tomadas en consideración? ¿Las rechazaremos con desprecio con un peyorativo: “es sólo ciencia-ficción”? Negativo. Las excluirá del debate politico sólo quien ignore que en los últimos años las propuestas políticas y culturales más interesantes, excitantes y originales aparecen en la ciencia-ficción contemporánea. Porque el caso de Egan no es un ejemplo aislado, sino que abundan autores semejantes: Bruce Sterling y su proyecto tecnoecologista Viridian, además de novelas suyas como Distracción, La caza de hackers o El fuego sagrado; Neal Stephenson con Snow Crash, La era del diamante o su obra magna: Cryptonomicón; Greg Bear con Alt 47 o La radio de Darwin; David Brin, Gente de barro; o el más conocido, William Gibson, que desde la publicación de Neuromante en 1984, novela cyberpunk donde apareció por primera vez el término ciberespacio, ha influído en la cultura contemporánea de un modo que ha sido reconocido hasta por la academia, la universidad y el resto de la élite cultural. Gibson, al igual que otros autores cyberpunk y poscyberpunk ha evolucionado introduciendo realismo y verosimilitud a las propuestas de sus ficciones, situando los hechos cada vez en un futuro más cercano, llegando a situar su última novela, Mundo espejo (Pattern Recognition) en un presente alternativo, desvelador de algunas desconocidas corrupciones de las corporaciones y revelador de las complejidades del mundo en el que vivimos.
No se trata ahora de ser exhaustivos: tampoco la ciencia-ficción es el único territorio donde hoy se elaboran y difunden nuevas formas de hacer política. Son sólo algunos ejemplos del pensamiento político contemporáneo expresado no en ensayos, manifiestos o panfletos, sino en creaciones propias de la cultura popular y de las generaciones más familiares con la técnica y la cibercultura disidente.
¿Utopías? ¿Fantasías? ¿Sólo ciencia-ficción? La teoría de la tecnoliberación que Egan pone en boca de uno de sus personajes y es desarrollada hasta el menor detalle a lo largo de El Instante Aleph (Gigamesh, 2000) no sólo es muy atractiva, sino que no es fácil encontrar razones de por qué no pudiera inspirar una política libertaria pasando del territorio de la ficción al de la realidad. En la novela la isla Anarkía ya existe, y la descripción de su organización en agrupaciones libres y sus reflexiones sobre aspectos sociales, científicos, políticos, culturales y sexuales pueden servirnos de inspiración, a pesar de ser descritos por Egan a través de un personaje de ficción: Andrew Worth, un periodista que visita Anarkía y nos la describe minuciosamente, tratando a sus habitantes, como lo haría un viajero independiente: pronto descubrimos que El Instante Aleph resulta ser una inversión positiva de la distopía de Aldous Huxley en La Isla. Resulta fructífero leer la novela como una propuesta política seria y no como despreciable ciencia-ficción. Es paradójico que hoy en día una novela de ciencia-ficción parezca más realista, atenta a las tendencias actuales y futuras y adaptada al mundo contemporáneo en el que vivimos que las propuestas políticas pretendidamente serias y formales, que parecen referirse a un mundo desaparecido, inexistente, y que guste o no guste, no volverá.
En el día a día todos, tecnófilos, tecnopogresivos, anarcofuturistas y tecnófobos, con buena o mala conciencia, celebrándolas o abominandolas, vivimos impregnados de las llamadas nuevas tecnologías. Vivimos con la sensación de que nos liberan o de que nos oprimen, muchos amándolas y odiándolas simultáneamente, en espacios compartidos de fronteras cuasinvisibles, en esferas que se expanden o contraen entremezcladas en un habitar común de esos espacios naturales y artificiales, por usar las fértiles metáforas de Peter Sloterdijk.
La flecha del tiempo se dirige hacia el futuro, no hacia el pasado. ¿Por qué no vivir y actuar desde el presente? Las nuevas tecnologías han llegado para quedarse. A partir de reconocer ese hecho es posible, como dijo un historiador anarquista de la guerra civil española: realizar un esfuerzo por pensar no sólo las ideas sino los mismos hechos del futuro?
El anarquismo moderno y premoderno vive una limitado y castrado por una profunda contradicción: el deseo de transformación y al mismo tiempo, el deseo de permanecer igual. El anarquismo que ya no tiene ese nombre y que ha atravesado el posmodernismo, no se ha quedado en él sino que vive de contagios, transmisiones, articulaciones, de conexiones horizontales, de ofrecer información y recomendar actos, considerando el conocimiento objetivo como una herramienta para usarse. Es así como los individuos pueden tomar sus propias decisiones informadas.
Hacer rizomas fuera de nuestro guetto particular, de nuestro nicho ecopolítico no sólo es posible sino imprescindible. Las conexiones horizontales son posibles. No es sólo ciencia-ficción, sino que es enteramente factible reducir el grado de conocimiento mutuo y de confluencia entre mundos dispersos y las generaciones políticas coexistentes. Hoy por hoy el intercambio entre generaciones con diferentes backgrounds es bastante limitado, y en nuestros medios de intercambio político ni siquiera se manifiesta el deseo de seguir lo que la otra hace. Sin embargo, sin que apenas nadie parezca advertirlo, unos y otros estamos transformándonos por las nuevas realidades y las nuevas maneras de vivir. Incluso, como afirma Donna Haraway, es posible que estrictamente hablando, muchos de nosotros seamos ya cyborgs, organismos híbridos de carne y técnica (no es necesario tener permanentemente incorporados en nuestros cuerpos algún implante artificial para ser un cyborg), así que ¿por qué no asumir nuestra condición más allá del posmodernismo, más allá del cinismo y el pesimismo que ya no son actos privados sino públicos, convertidos en una paralizante política de la melancolía y la nostalgia? ¿Por qué no establecer nuevas alianzas, ampliar esferas o hacer rizomas? ¿Por qué no enriquecer el pensamiento y acción libertaria con las teorías, prácticas y luchas de movimientos tecnoprogresivos como los del software libre y código abierto, redes de intercambio p2p, filosofía y activismo cyborg, afrofuturismo, comunicación estratégica, hackactivismo, colectivos de interferencia, poshumanismo radical, economía participativa o la cibercultura más radical, creativa y crítica? Si nos alejamos del elitismo cultural, ¿por qué no explorar y participar en expresiones dinámicas de la cultura popular como, por dar sólo unos ejemplos, las músicas electrónicas y las goa, los videojuegos, la cultura rap, neopunk o hacker, la blogosfera, el video digital, el net-art, o la ciencia-ficción?
Decía al principio que las propuestas de la tecnoliberación serían fácilmente rechazadas de antemano por muchos que se reclaman herederos del pensamiento izquierdista o libertario, y no sólo por el lugar donde han sido expuestas, sino por prejuicios irracionales contra todo lo que huela a ciencia. ¿Por qué? Reflexionemos sobre estas palabras del esloveno Andrej Grubacic: Lo que el anarquismo actual necesita es superar los extremos de antiintelectualismo e intelectualismo. Al igual que Noam Chomsky, yo tampoco simpatizo ni tengo paciencia para tales ideas. Creo que el antagonismo entre ciencia y anarquismo no debería existir. "En la tradición anarquista ha habido un cierto sentimiento de que hay algo opresivo o rígido en la propia ciencia. No conozco argumento alguno que defienda la irracionalidad; los métodos de la ciencia son, simplemente, razonables y no veo por qué el anarquismo no deba ser razonable".
Ni hay vuelta atrás, ni tenemos los pies atrapados en bloques de cemento. Hay un mundo más allá de la Ilustración y de la posmodernidad. La revolución no pueder ser el sueño de escapar de la historia o del mundo, sino una inmersión emancipatoria en una pluralidad compleja y horizontal de singularidades conectadas, porque la revolución entendida como sueño utópico destinada a una totalidad volvería y volvería a fallar o a ser pesadilla totalitaria. No hay posibilidad ya de ninguna macroesfera abarcadora de todas las esferas. Una tecnorrevolución sólo traería viejas esperanzas y nuevas fantasías, otras frustraciones y antiguos desengaños.
Pero ahora, la tecnoliberación: eso es otra historia; esto no es ni utopía ni ciencia-ficción, sino una realidad que ya existe y empieza a extenderse, impregnando nuestra cultura. No es un sueño sino algo real en estado embrionario y latente. Y como los latidos del corazón, si ponemos atención es posible escucharla a través de las finas paredes transparentes de nuestras comunidades todavía microesféricas. Hace unos años que tenemos al alcance de la mano instrumentos que sólo depende de nosotr@s que puedan ser no represivos y deshumanizadores, sino emancipatorios en el sentido clásico. No sólo con ellos, pero también con ellos, podremos libertarnos de la patria potestad en todas sus manifestaciones, de la tutela de los poderes, de la servidumbre, de cualquier clase de subordinación, esclavitud o dependencia. ¿Tiene razón Grubaric cuando dice: El anarquismo puede ser eficaz sólo si contiene y abarca tres componentes: organización de trabajadores, de activistas y de investigadores? El anarquismo necesita ser reflexivo. ¿Pero cómo? Hasta cierto punto la respuesta parece obvia. No se debería dar lecciones, ni sentar cátedra, ni siquiera pensar en uno mismo en términos de profesor, sino que se debe escuchar, explorar y descubrir. Extraer y hacer explícita la lógica tácita subyacente a las nuevas formas de práctica radical. Ponerse al servicio de los activistas proveyendo información, y exponiendo los intereses de la elite dominante escondidos cuidadosamente tras los discursos autoritarios, supuestamente objetivos, más que tratar de imponer una nueva versión de lo mismo. Una manera en la que esto está empezando a ocurrir es a medida que los anarquistas empiezan a recuperar la experiencia de otros movimientos sociales con un cuerpo más desarrollado de teoría, ideas que vienen de círculos cercanos a, y de hecho inspirados por, el anarquismo?
¿Es la técnica enemiga, neutral o aliada? ¿Es posible llevar a la práctica las sugerencias de la tecnoliberación? El futuro no está escrito. La respuesta de nosotr@s depende. ¿Cuáles serían las implicaciones estratégicas de la tecnoliberación? Se hace camino al andar no es sólo un verso, sino un universo por explorar. No sólo el arte puede ser un misterio: se le desvela el secreto al activista aprendiendo a amar la técnica como algo que desde el origen del ser humano nos ha permitido vivir y no desaparecer como especie. Amarla es conocerla, comprender su potencial y por tanto, no dejarla en manos de quienes la utilizan contra nosotr@s, contra la libertad, la justicia y contra la vida.
La propuesta es fácil de exponer, y fácil oponerse a ella. Sin embargo es también posible, antes de sentir horror, conceder unos minutos a tratar de comprenderla, y a valorar su potencial libertario y revolucionario.
El proyecto de la tecnoliberación parte de responder creativamente a preguntas que hoy por hoy nos conviene empezar a hacernos sin miedo ni alergias tecnófobas irracionales: ¿por qué no emplear la técnica para nuestras luchas por la liberación política, cultural y social? ¿por qué no cuestionar la aversión a la ciencia y la tecnología a la hora de hacer filosofía política libertaria, a la hora de pasar al acto y empezar a crear en los instersticios de una sociedad compleja no totalitaria comunidades basadas en los principios de autogestión, asociación voluntaria, cocreación, cooperación y ayuda mutua? ¿por qué rechazar la ciencia y la técnica en sí, sólo porque rechazamos todas las formas de relaciones sociales basadas en la violencia sistemática, como el Estado o el capitalismo global? ¿por qué ser sólo, o pretender serlo, un paradigma ético y no presentar hoy inspiraciones al movimiento de movimientos partiendo no del rechazo de la técnica, sino de su uso para exponer, deslegitimar y desmantelar los mecanismos de dominio? ¿por qué no revertir su uso mayoritario actual y utilizar el potencial de la tecnología para crear y expandir espacios más amplios de autonomía? ¿por qué no sólo ser cómplices sino colaborar activamente con movimientos sociales y políticos populares que no comparten la fobia a las nuevas culturas ni a las nuevas tecnologías, movimientos que, se llamen como se llamen, en el fondo son inspirados por principios libertarios?
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